martes, 21 de abril de 2009

''Muchos chicos no encuentran un buen proyecto de vida''

Entrevista a Silvia Guemureman, socióloga

"El binomio pobreza - delito no explica la violencia juvenil" sostiene la socióloga Silvia Guemureman, para quien, la complejidad del fenómeno se muestra en el desconcierto de los padres. "El hecho de no poder hacer un proyecto genera mucha inestabilidad, a diferencia de otras generaciones que tenían como referencia el horizonte de lo que habían sido sus padres y una vida en la que se podía proyectar", sostuvo en la entrevista con El Tribuno.

-¿Cómo podemos analizar a la violencia entre los jóvenes?
- Hoy se manejan las teorías explicativas sobre el tema de la violencia y el delito. Se tiende a asociar el delito con la pobreza mientras que, detrás de eso, hay una especie de pensamiento mágico que tiende a suponer que si realmente se soluciona la pobreza, con el mero acceso a determinados bienes y a determinados recursos se va a terminar con el problema.

- Pero esto no es así.
- Por eso, justamente, el mejor modo de refutar esta equivocación y también las teorías que vinculan a la delincuencia con la pobreza - una asociación perversa- es pensar cómo se pueden solucionar situaciones de mucha violencia, sobre cuyo origen no es válida ninguna de las explicaciones conocidas.

- ¿Qué relación encuentra con la crisis económica vivida recientemente?
- En el caso de los jóvenes, aparece el problema referido al mercado de trabajo, pero también, dentro de lo que es la evolución dentro de la estructura social. Existen valores que tienen al mercado como el principal organizador y el mercado es donde uno convalida sus derechos a partir de ser un consumidor. Pero al margen, en términos de neoliberalismo y con un regulador que es el mercado, hay incluidos y hay excluidos. Y la vida organizada a través del consumo que ha traspasado a la vida afectiva, y deja su huella.

-¿De qué manera?
- El hecho de no poder hacer un proyecto, de pensar en un futuro, de no poder imaginar una trayectoria; imaginar el corto plazo de lo inmediato configura otra subjetividad. Dentro de los jóvenes genera mucha inestabilidad, a diferencia de otras generaciones que tenían como referencia el horizonte de lo que habían sido sus padres y una vida en la que se podía proyectar.

-¿Esto tiene que ver con la ausencia de los padres en el hogar?
- No; yo creo que los padres están afectados en este caso por una misma situación. Los padres de los jóvenes de hoy son los que han sufrido esta transición y han sido la generación más golpeada entre "aquello viejo que no termina de morir y aquello nuevo que no termina de nacer". Los padres están también bastante desconcertados porque estás cuestiones de reconversión dentro del mercado del trabajo de otras capacidades que se exigen es un ejercicio muy complicado para quién fue educado de otra manera. Pensar en un contexto en el que las reglas son el mercado y el éxito fácil, que no tienen que ver con la capacitación y el trabajo, y donde no se puede comparar lo que gana una estrella de televisión con lo que se puede llegar a ganar en otro trabajo.

-¿El gran cambio estuvo en los valores?
- Sí, en esto hay una interrelación entre todas las esferas. Y las cosas que van pasando en el contexto van modelando la subjetividad de otra manera: hoy, hay un boom del consumo producto de una sociedad que ya no apunta al ahorro, a la previsión del futuro. Y la gente consume como si fuera a terminar el mundo.

-Entonces, ¿por qué los chicos de distintas clases se vuelven violentos?
- Esa es la pregunta. Y es lo que va a exigir estudios e investigaciones. Lo que hay, es una dificultad en los esquemas que teníamos para pensar estos temas; lo que alcanzamos a saber no nos alcanza y, por ende, no podemos planificar políticas públicas para enfrentar estas cosas. Y esas cosas, además, son graves y merecen atención por parte de los gobiernos. Y los episodios que aparecen pueden llegar a repetirse con una lógica en la que, si no sabemos como regularlo, estamos muy expuestos.

Fuente: Diario El Tribuno – 03 de enero de 2007. Salta, Argentina.

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